La Historia de «El bastón»

La historia del bastón tiene su «aquel». Comienza la historia de EL BASTÓN.

Un bastón es, según la RAE (Real Academia Española) » nombre masculino: Vara, por lo común con puño y contera y más o menos pulimento, que sirve para apoyarse al andar.

La historia de cómo este bastón llegó a mis manos es un poco … curiosa, diría yo. Me explico. Hace ya algunos muchos años que mi ama (madre) comenzó con una serie de achaques que, como era de esperar no sólo no fue a mejor sino que empeoró.

Mi ama era una mujer acostumbrada a vivir sola. Una mujer que se hizo a sí misma. Enviudó muy joven y trabajó duramente por sacar a su familia adelante (4 hijos). Acostumbrada a batallar con todo lo que fuera. Cuando se pre-jubiló (contrato relevo) al muy poco tiempo sufrió dos varapalos que alteró su vida y la balanceó: Uno de sus hijos se divorciaba de su mujer (para ella impensable esta situación) y lo siguiente fue un diagnóstico de inicio de la enfermedad de Parkinson. Estos dos hechos provocaron las primeras visitas al médico de familia por un lado y al neurólogo por el otro. Con 63 años y recién pre-jubilada se encontró con que la vida le había puesto todo un desafío: una enfermedad degenerativa y muy cruel. Mucho.

Llevó su enfermedad con total discreción. No la ocultaba pero tampoco iba proclamando a los «4 vientos» lo que tenía. Se hizo socia del Club de Jubilados. Disfrutaba de las salidas tanto las cortas como las de una semana. Recorrió media España con esas excursiones. Una gran forofa de la Real Sociedad, se hizo socia y viajaba todas las veces que podía con la «Peña Múgica» . Viajaba a menudo al que fue su lugar de nacimiento (Cangas pueblo encantador), ya que su madre le dejó una preciosa casa de pueblo la cual con mucho esfuerzo reformó. Disfrutaba de esos viajes, de acá para allá. Creo que nunca la había visto tan ocupada. Ni cuando trabajaba.

El tiempo implacable fue pasando y en 2012 la vida empezó a tambalearse. Su salud empeoraba. Aunque ella controlaba su enfermedad era inevitable que un día u otro se cayese. Sí, se caía, tropezaba, sin quererlo, pero tropezaba. Un día un hombro. Recuerdo aquel día porque nunca la había visto gritar de dolor cuando intentaron recolocarle el hombro. Uff, que horror! Otra caída en casa. Otra más que la hizo estar toda la noche en el suelo de la cocina sentada porque el Sr. Parkinson no la dejaba levantarse, la había bloqueado. Y ella, dignamente se quedó sentada hasta que dieron las 8;30 de la mañana y me llamó con toda la aparente tranquilidad para decirme que, cuando pudiera pasara por su casa porque estaba en el suelo de la cocina sentada y no podía levantarse. Horrorizada me dejó! Y cuando llegué a su casa allí me la encontré, sentada, sonriendo y diciendo que no pasaba nada que le ayudara. Le tendía la mano y se levantó sin problema! Cosas del Sr. Parkinson…

Con esta situación tuve una conversación con ella y le dije que igual teníamos que pensar en algo, en buscar un soporte para que ella tuviera más seguridad… quizás un bastón? Al oir esa palabra su cara cambió! Un bastón? Era como si hubiese desatado un tsunami! Cómo ella iba a llevar un bastón! Poco más o menos que yo estaba loca.

Ni que decir tiene que la conversación se terminó ahí. Pero a sabiendas de que las caídas y tropiezos iban a continuar yo seguí con la misma idea. Cada vez que podía, se lo decía… Hasta que un día dejó de decir que no. Zas! Esa fue la mia y así como volví a sacar el tema del bastón ella me decía … «pero yo no quiero un bastón de esos feos eh… además yo soy pequeña y no va a haber un bastón para mí». Así que con la misma, bajé a la Farmacia y le conté a Eusebio, farmacéutico de toda la vida lo que ocurría con mi madre y el tema del bastón. Él comenzó a reir y me preparó un bonito BASTÓN de madera tamaño «madre» claro! Porque no lo he dicho pero mi madre era una gran mujer de talla pequeña.

Subí a casa y le dí el bastón! Fue un momento gracioso porque le dije que me lo había recomendado Eusebio y que lo había puesto a su medida. Sonrió. Bien. A partir de ese momento había que acostumbrarse al bastón y…. sí, salió de casa y se fue paseando con su bastón.

Murió el 5 de Enero de 2013. Y uno de tantos días que solía ir por su casa para controlar que todo estaba bien, me encontré toda la casa destartalada, habían pasado sus hijos… La vecina de mi madre abrió la puerta al oir ruido enfrente y vió que era yo.

La vecina me hizo pasar a su casa. Estiró la mano y me dió algo. Alguien había dejado apoyado en la esquina de su puerta el bastón de mi madre. Así es como el bastón volvió a mi vida.

Y aquí termina la historia de «El Bastón», que desde entonces hasta hoy reposa en mi casa.

The end

Un comentario en “La Historia de «El bastón»

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.